La única razón por la que volvía a esa taberna era para admirar a la mujer más esbelta que hubiera visto jamás. Yo, que era una cría, quedaba eclipsada por semejante hembra, bailando al son de "Pedro Navaja". Portaba un pañuelo azul turquesa enroscado en la cabeza cual pitón, que hacía contraste con su pigmentación colombiana. Tras la barra, movía sus piernas con una gracia … [Leer más...]