Es la tarde y va por el tercer rezo del día. Reza a la mañana, dos veces, otra por la tarde. La siguiente tras la siesta y otra justo antes de cenar. Ella reza, reza siempre a María. Justo antes de cada comida. Por su marido, por sus nietas, sus hijos, sus nueras. María. Como ella… Su nombre es María: porque es dulce, es madre, es bondad, es sonrisa. María. Y reza por todos. El rosario suena desgastado en ese mp3 verde que le han regalado. En él se oyen padrenuestros, ave marías, salves y, de nuevo, otro ave maría. Su boca se mueve lenta y silenciosamente con el mp3 en su regazo. Repite cada verso, versículo y rima. Se lo sabe, claro, de memoria. Y pide desde lo más profundo que al día siguiente todos sigan allí: su marido, sus hijos, sus nietas.
-Ruega por nosotros.
Repite.
-Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros.
Reproduce con sus dedos suaves, arrugados y entrelazados. Su voz apenas se percibe, pero cierra los ojos al son de sus plegarias.
Se hace de noche, se desliza torpemente sobre la cama. A su lado, su marido. Respira fuertemente. Y María ya no reza. María sólo cierra los ojos y teme no poder llegar a un nuevo día.
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