La cámara es activada. Comienza la grabación. En el fondo se ven las paredes blancas de una habitación insonorizada de aprox. 10m2. El foco de la grabación es el Sujeto, sentado en una silla metálica recubierta de cuero sintético negro. El Sujeto recibe la señal y comienza a hablar. Lo que sigue es una transcripción de sus palabras.
Básicamente, soy un Macho Alfa. Que mi cuerpo sea testimonio del hecho. Verás que mi volumen de grasa es mínimo, pues bien, que sepas que ni siquiera voy al gimnasio para conseguirlo. No, mi único ejercicio es mi icónico paseo de Macho Alfa. Mi capacidad especial es que gasto casi todas mis calorías sólo con actividad mental. Para que quede claro, mi mente funciona a tal frecuencia que mi cerebro consume más energía que nada. Infórmate al respecto… pero, a pesar de mi intelecto activado, también suelo seguir mi instinto. Como Macho Alfa, tengo una necesidad física, biológica de ser el “Macho Alfa Del Grupo” (MADG). O sea, soy Alfa por mi propio mérito, pero parte de serlo es también serlo en cualquier grupo de varones. Así que voy a una fiesta o cualquier reunión social y la gente sabe en el momento que soy el Alfa y actúan de acuerdo. Mi presencia física les insta a contarme información sobre su vida, ese es el efecto principal, me presento y me dicen “ah, encantado, soy X, fui concebido in vitro” o “en realidad soy un exiliado político”, etc., y a mí todo eso, francamente, me la pela. Tengo que hablar siempre más alto que los demás, y me escuchan. Y tengo que ser el MADG en las fotos también… cada foto grupal me tiene a mí en el medio, cogiendo a los tipos por los hombros, y no sólo no llama la atención, sino que en realidad lo esperan… así en cada reunión, con la excepción notable… escucha esto, no tiene pérdida: verás, esto sucedió hace no mucho tiempo… estaba yo en una reunión de empresa (tampoco es que trabajase allí o nada parecido, sólo es que cuando eres alfa te dejan hacerlo) cuando se dio un fenómeno increíble. Todo macho alfa, se sabe, disfruta de su merecido puro cubano tras una semana bien terminada, pero aquella vez no lo pude terminar. Fue la rarísima vez en la que no era el MADG. Detecté por instinto a otro macho alfa en mis alrededores… y, ahora bien, todo el mundo sabe que cuando dos machos alfas se juntan en el mismo espacio, tienen que competir por cuál es el MADG. Es un espectáculo natural, tan temido y tan pocas veces observado en vivo; sólo había oído al respecto de labios de mi “coach de masculinidad”1. Me acerqué a él en actitud desafiante, cruzamos una mirada de boxeadores en el ring, y no creerás lo que sucedió. ¡Un alfa como yo terminó, sin pensamiento alguno, arrodillándose en el suelo ante mi adversario ante la vista de todos los presentes! Imagina las caras cuando grité “¡debo someterme!” a pleno pulmón. Ni siquiera hizo falta el contacto físico. Crédito a quien lo merece, estuve ante un auténtico macho alfa aquel día. Lo que siguió fue no menos impresionante: la reunión había terminado, como no teníamos credenciales o experiencia alguna sobre el tema, nuestros aportes fueron los más vitales, porque íbamos neutrales y sin prejuicio. Buena lección aquí. El caso es que tuve un Encuentro Alfa con el sujeto de antes en los baños y yo, otra vez por instinto, le dediqué una sesión amistosa de culto muscular. Le agarré los glúteos y aprecié su configuración, y él quedó atónito pero no se resistió, por un instante el Alfa se convierte de forma paradójica en el Omega. Es un código de honor esencial, es mucho más antiguo que todos nosotros. Nadie lo ha escrito y lo siguen los lobos, los leones, quizá las orcas, probablemente. Yo mismo lo sé bien: mis mejores sueños son aquellos que se dan en la perspectiva en primera persona de una bestia salvaje…
Al terminar de hablar, el sujeto recibe una segunda señal. El Sujeto se levanta de la silla de cuero sintético negro y se desplaza al lado derecho del campo visual de la grabación hasta salirse de él. Abandona la habitación por la puerta excluida de la vista de la cámara. La grabación cesa.
- Hey, aquí el Macho Alfa de nuevo. Cabe un inciso importante a este detalle, pero es información denegada a todos los no iniciados. O sea, que si no eres un macho alfa, esto no es para ti, y aunque lo fueses no lo entenderías… quizá quieras dar la vuelta o taparte las orejas…
Si bien ser un Macho Alfa está en mi naturaleza, muchas de las minucias del oficio las aprendí de mi “coaching de masculinidad”. Sin embargo, el verdadero aprendizaje no empezó hasta el momento en que decidí que, si quería trepar la escalera de los Alfa, necesitaba saber quién era el coaching de masculinidad de mi coaching de masculinidad, y así sucesivamente. Se lo pregunté una noche tras el entrenamiento, me golpeó con una vara “bo” y se negó a responder. Se lo pregunté otra noche y, con gran espiritualidad, me dio las indicaciones para encontrarlo. Mi búsqueda duró un año, saltando de coach a coach, viajando a tierras del Misterioso Oriente, hombres de toda condición, leñadores, artistas marciales, soldados, monjes, reyes… habiendo consultado a tantos, mi voluntad ya casi mermada, busqué al más anciano coach de masculinidad, un anacoreta que vivía en lo alto de una montaña escabrosa, en una cueva olvidada. Cuando le pregunté quién era su coach de masculinidad, me llevó a lo más profundo de la cueva; ahí, reveló un espejo y yo miré y lo comprendí todo. ↩︎
Zunbeltz Olague
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