La desesperación y la locura se enlazaban entre sus dedos. De sus manos escapaba la
rabia de una mujer destronada.
Deslizaba cuidadosamente la punta de los dedos entre sus palmas para borrar las huellas
de un crimen imperfecto, pero la sangre seguía marcando su pasado,
y el agua cristalina, hasta la negación, profetizaba su futuro.
Sus movimientos eran automáticos:
primero los dedos centrales,
frotados con delicadeza,
luego las palmas
(la locura aumentaba),
en los dedos extremos incrementaba el ritmo,
las uñas seguían teñidas de rojo,
la piel delicada impregnaba la rabia,
La sangre ya no se borraba.
El agua no servía. Ya no depuraba.
Su corazón negro reflejaba unas manos rojas que frotaban la locura,
junto al eco de las gotas – símbolos del ocaso de un reinado- desprendiéndose
de sus dedos. Rápidamente sus manos recogían el agua acuclillada ante un recipiente ensangrentado.
Frotaba.
No se borraba.
La sangre no se borraba.
(La locura aumentaba)
Y frotaba.
El agua ya no servía para aclarar su destino.
El agua ya no servía.
Will these hands ne’er be clean?
Su marido la contemplaba en silencio desde el otro lado de la habitación. No lo
entendía. Se había vuelto loca. No comprendía qué hacia delante de un recipiente vacío
con movimientos desesperados. Bruscos. Nada femeninos.
* * *
Nunca habrá un perfume que desdibuje su destino, ni que con fragancia oculte su
delirio.
Gorka Ormaetxe
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- La desesperación y la locura se enlazaban entre sus dedos - 15 diciembre, 2015
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