Perdurabilidad,
Palabra de gran sonoridad que al pronunciarla
Incluso parece que resuene de manera involuntaria
Entre las húmedas cavidades de la boca
Uno a veces,
Desearía que sucediera eso
Con los grandes momentos de la vida
Que se estiraran, o, mejor aún,
Que fueran infinitos
Pues la intensidad inherente a los mismos,
Nos traslada de manera inconsciente
A un plano distinto donde el yo
Se manifiesta en grado superlativo
Mientras el mundo se disipa
Sucumbiendo en espiral
Ante la belleza de un instante
Sobre el que pivota el resto del universo
Antes sufría cuando ciertas personas desaparecían
O cuando capítulos de mi vida se iban cerrando
Los añoraba hasta quedarme sin aire
Y sólo buscaba la manera de volver a ellos
Para deslizarme a unos milímetros del suelo
En vez de caminar
Cuando los despedía
Terminaba presa de un vacío existencial
Y pensaba que mis días
Ya nunca serían tan felices como antaño
Sin embargo
Comprendí a posteriori
Que si uno los concebía como algo perpetuo
Terminaban siendo una suerte de bastón invisible
en el que poder apoyarse persiguiendo un horizonte
donde uno ya había planeado previamente qué encontrar
Puede que esa sea una de las causas
de la impotencia que genera
la imposibilidad de abstraerse para siempre
en la extenuación de un orgasmo
en la inmensidad de un abrazo
o en el sabor de un beso
que maride nuestras papilas gustativas
con sabores ajenos
Puede que por eso nos turbe tanto
no poder guardar el sonido de una risa
que ahuyente futuros silencios incómodos
ni esconder en los bolsillos
miradas cargadas de mensaje
en vez de vivir el hoy
pensamos en lo que nos guardaremos de él
hipotecándonos un presente
que bastante tiene consigo mismo
Y así terminamos siendo
preso y carcelero cruel al mismo tiempo
imbuidos por un extraño síndrome de Estocolmo
que difícilmente podríamos explicar
somos la lluvia
y al mismo tiempo
quienes se ahogan en ella
si bien tal vez
debiéramos embriagarnos sólo
de la generado de arcoiris
tras la eclosión de las tormentas
buscar cuerpos desnudos
en las dunas sobre las que suspira el viento
mirar la vida con ojos de deseo
o mejor aún
ser el deseo en sí mismo
Marta Lázaro Soler
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