Las manos de mi abuela,
¿cuántos leños, sarmientos y hojarasca,
cuántas encinas habrán quemado?
Sus manos amaderadas
saben bordar flores, letras,
también remendar un abrigo.
Tanto han tejido, que el cabello
lana blanca se hizo.
Sentada en la banqueta del patio
yo corto y peino esa lana,
y toco al fin, lo divino.
Con sus manos de cáscara agrietada,
se anuda un mandil azul
y amasa el pan.
Dos tortas, once hogazas,
y en cada hogaza dibuja una cruz,
bendiciéndola.
Tanto ha rezado, que el cerebro del mundo
ha creado un cielo especial para ella,
cielo de brasero y huerta.
Mi abuela guarda botones en una caja.
¿Quién mira las estrellas?
¿Quién conoce las constelaciones del invierno?
Las constelaciones irán pasando sobre su tumba,
de cuerpo presente,
de cuerpo pasado.
Procesión cósmica de brillantes botones,
flotarán sobre ella, peinarán su lana,
el universo, nuestra caja.
Soledad Domínguez Menéndez
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