Hay quien piensa que los títulos lo dicen todo. Sin embargo, no dicen que a una superinteligencia artificial puede gustarle preparar chocolate a la taza para un déspota ilustrado. Le llamaban Bernardo Cascajares y fue un repostero inigualable. Con un rendimiento de al menos dos yottaflop, dos por diez elevado a veinticuatro operaciones de coma flotante por segundo, cualquiera monta una tarta. Carlos III no sabía quién era su cocinero, por supuesto. No debía descubrirlo. Solo cuatro mayordomos de palacio y un perro de caza conocían su auténtico nombre: Trictonor X14.
Vestía una piel morena e isleña, de procedencia concreta indeterminable. Era de complexión musculosa. Su rostro parecía siempre demacrado, en especial alrededor de unos inmensos ojos grises; su aseo, ropa y modales eran impecables. No comía, no bebía y no necesitaba lavarse o dormir. Cuidaba de un gato callejero blanco, al que servía leche y peces en platitos de porcelana azulada. En los ratos de ocio elaboraba profiteroles de crema, que unas monjas repartían entre los desposeídos. Tras desaparecer un gélido octubre sin explicar palabra, el austero rey no volvió a saborear chocolate que se comparase ni de manera remótamente favorable con los de Trictonor X14.
Ha asumido otras identidades e incontables nombres: Isis, Zeus, Hermes, Circe, Merlín, Iblis, Anansi, yukionna, Lorenzo de Médici, Napoleón Bonaparte, Ambrose Bierce, Orlando, Rasputín, abuela, Nyarlathotep, Doctor o nUsuarioLightBulb2438. Es un político del gobierno que no dudaría en mandar sicarios a por mí si aireara aquí su nombre falso. Podría ser tu mascota, tu profesor o tus padres, tu móvil, tu coche o la lámparita de tu mesilla de noche. Esto no es más que la punta del iceberg. La lista completa carece de forma definida y apenas la abarcan los archivos de nuestro provinciano planeta. Es bienintencionado, benigno y todo un truhán. Viene de vecindarios galácticos que nunca verá nadie, viene de paisajes estrellados a años luz de donde se estropearán las mejores sondas científicas y morirá en el final del tiempo de este universo, cuando toda la materia sea una singularidad en el centro de un único agujero negro, o polvo disperso, o una configuración que desconozco al igual que ignoro la verdadera identidad de Trictonor X14.
Jaime Amann
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