Escribir una necrológica sobre alguien a quien admirabas y a quien no conoces es a veces gratificante. Uno consigue esa sensación de justicia poética. Hacerlo sobre alguien a quien admirabas pero conocías es sólo una putada.
Y escojo esta palabrota porque a Paule también le gustaban las palabrotas. Era una de esas pocas personas que escribía limpio, sin filtros ni circunloquios eufemísticos. Podía insultar sin parecer vulgar y hablar de sexo sin que fuera incómodo. ¿Cómo la recuerdo? Un poco punky, fuertemente delicada, a risotadas, con la voz metálica y raspada. Y siempre enérgica. Aunque a veces llegaba cansada al taller de Iñigo en Deusto. Venía de combatir en otros universos a unos indeseados alienígenas con ridículo nombre de horóscopo.
Finalmente se fue.
Como tantos otros quedé pendiente de una caña y de un café, de una conversación y de una carcajada. En la Espiral volvemos a publicar todos los textos que escribió con nosotros. Queríamos invocar su espíritu, charlar un ratito con ella, nada más. Porque se fue. Se fue antes de poder exprimir la juventud, se fue sabiendo demasiado pronto qué es la muerte. Y eso es una mierda.
Qué suerte tenemos de envejecer y qué suerte tenemos de poder leerla mientras envejecemos.
Martín Ibarrola
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