Necesito escribirte hoy, ahora que las letras todavía tienen sentido y mensaje cuando logras comprenderlas. Por alguna razón, tengo la necesidad imperiosa de dedicarte unas líneas a miles de kilómetros de distancia. Será que siempre antes de embarcar tengo el mismo miedo, que no estés cuando vuelva o que estés sin ser tú, hablándome de mí en tercera persona mientras tu mirada se pierde en tu silencio y yo agarro tu mano que tiembla. ¿Dónde estás? ¿Qué ves y escuchas? Me gustaría leerte yo a ti en tus frases inconexas; entenderte como lo hacía cuando podía pasarme horas escuchándote. Todavía recuerdo vívidamente todas aquellas historias de infancia de trenes oscuros y trayectos largos, de suelos fríos, de túneles infinitos. No puedo evitar imaginar hazañas pasadas perpetradas con nocturnidad, vistas con tus ojos antaño azul curioso sedientos de todo. La pulsión de la vida en tus pasos que cruzaban montañas deleitándose con la perfección de la naturaleza materializada en los tetraedros de un cuarzo que brillaba entre la caliza. Pero sobre todo, recuerdo la lección que me enseñaste que implica ver a través de los ojos de otros para entenderlos y respetarlos, y también para celebrar quiénes somos. Es sólo una de tantas que me contabas cada uno de aquellos veranos bajo el sol viendo crecer los árboles, mientras nosotros echábamos raíces arreglando el mundo. Supongo que simplemente quiero hacerte saber que guardo conmigo como te prometí las conversaciones de diciembre, ahora que tú no puedes.
Marta Lázaro Soler
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Marta Lázaro dice
Foto de Irena Fedorkowa
Jonatan Caro dice
Me ha emocionado como dices sin decir. Y en mi cabeza una frase se vuelve eco: “echábamos raíces arreglando el mundo”. Enhorabuena.
Marta dice
Muchas gracias
inigo larroque dice
Marta. Esa música que consigues dar a tus textos….
Está naciendo un estilo propio. Y hay ideas.
Gracias.
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Marta dice
Gracias Iñigo