Me adentré en aquel bosque sin saber hacia donde me llevaría. Sentía el frío hasta en los huesos y cuando el viento soplaba, las hojas cantaban una tétrica melodía que me hipnotizaba, me llamaba y me suplicaba para que entrase a descubrir todas las aventuras que me esperaban en aquel viaje. Su belleza me intimidaba debido a los vivos colores de la vegetación, similares a los que solemos imaginarnos cuando nos cuentan una historia de hadas y duendes; solo que ahora, una manta de espesa niebla gris cubría lo que una vez pudo haber sido un precioso lugar para que los niños se perdiesen jugando al escondite.
No recordaba cómo había acabado en este sitio, supongo que todo empezó cuando aquel precioso pájaro de ojos verdosos me sonrió y expuso su colorido plumaje para alzar el vuelo en esta dirección rogándome que le siguiese. Maravillada por aquel ser único, decidí seguir su ágil vuelo. Al principio me sentí en el paraíso; Él me contaba las cosas que había visto y vivido durante sus viajes, y yo me limitaba a disfrutar de sus historias.
De vez en cuando, comparaba mi vida con la suya e intentaba convencerme a mí misma de que algún día tendría anécdotas como las suyas para contar. Esto me llevó a sentir admiración por la criatura. Para cuando quise darme cuenta, dejé guiar mi mente. Me vi sobrevolando océanos, recorriendo tierras exóticas y conectando con La Madre Naturaleza.
Un día, Él se fue en busca de alimento, y yo me dejé tentar por la curiosidad y decidí explorar el lugar. Vi especies de plantas y animales para mí desconocidas hasta el momento. Vi montañas de una altura sin fin que se hacían una con el cielo. Vi ríos tan limpios que fui capaz de distinguir los peces que nadaban al fondo y las algas que los acompañaban. Me desnudé y lentamente me sumergí en las frías aguas. Llevaba tanto tiempo deseando nadar… me sentí libre y noté cómo mi cuerpo se llenaba de paz y de felicidad.
Sin darme cuenta, llegó la noche. Salí en un abrir y cerrar de ojos, y corrí en busca del pájaro como nunca lo había hecho. Lo llamaba por su nombre, le pregunté a los árboles si le habían visto, miraba debajo de las piedras por si acaso se escondía de mí. Pero no le hallé.
De vez en cuando, recuerdo su sonrisa tierna y misteriosa, o mi ser reflejado en sus ojos.
Roberto Pinedo dice
Me parece un relato muy bonito, donde se observa hasta donde puede llegar la imaginación, como forma de transportarte a mundos irreales y refrescantes, teniendo en cuenta el mundo en que vivimos. Al elegir un pájaro como medio de mostrar su curiosidad, se notan las ganas de volar de la escritora.
inigo larroque dice
Por parte de la narradora, existe un agradecimiento a aquel pájaro misterioso y a sus enseñanzas; al mismo tiempo, habita en ella una voluntad de cambio y de aventura.
Un camino de aprendizaje escrito de un modo sensual y simbólico, bello y cuidado.
Martha Lucia Vanegas Castañeda dice
La autora describe armoniosamente y muy creativamente; experiencias y relaciones entre un mundo real y un mundo abstracto que motivan e inspiran hurgar que Hay más allá de esta narrativa que desde nuestra biodiversidad y multiculturalidad nos permite transportarnos a tantos lugares tan hermosos y maravillosos en Colombia; como la imaginación de la escritora que además permite un asomó a su dulzura y transparencia interna.
Carmen Aldamiz Salcedo dice
Manuela nos relata un viaje iniciático a lo desconocido, a la libertad, quizás, al cambio transcendente y único en la evolución de cualquier persona.
Está contado de forma tan bella, que incluso, al encontrarse sola, perdido ya el pájaro-guía, desearíamos aventurarnos con la protagonista en esa selva-vida y disfrutar de los prometedores derroteros de esta escritora.