Hace unas semanas me quedé seca como un abrojo.
Viví entre estudios de Galton, silogismos categóricos,
apotemas y aspectos de la fisiología neuronal que deseo ni me nombren.
Hice el ejercicio justo; levantarme a coger unas galletas,
colocarme bien el flequillo, ensimismarme en tal y tal arruga…
Después tomé puré, zumos, bonito en lata.
Viví una vida que no es mía, me conecté como se conecta
todo hoy en día, un puerto Usb al que los barcos no llegan,
un enchufe, la aguja de un tocadiscos.
Y sólo unas 67 veces tuve intención de escribir un poema
que jamás volví a recordar.
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Oihana Fullaondo
Nací el 14 de mayo de 1988.
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Yo no soy nadie, ¿y tú?
¿No eres nadie tampoco?
Entonces somos dos, guarda el secreto.
Ya sabes que podrían desterrarnos.
¡Es un horror ser alguien!
Pregonarlo lo mismo que una rana
que proclama su nombre todo el día
a la admirada charca.
E. Dickinson, traducción de Carlos Pujol.
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iñigo dice
Qué finura Oihana. Yo he sentido cosa parecidas y aquellas tardes de estudio, de pronto, se me aparecían por arte de magia versos en procesión, y yo, con los apuntes en el regazo y la sensación de vivir una vida “que no es mía…”
Me consolaba con atracones de lata de atún (ni siquiera bonito). Y me levantaba al armario de la cocina, a por unas onzas de chocolate negro.
Me hubiese gustado salir a tomar el aire.
Reorganizar toda aquella información distraído, paseando, en compañía de alguna amiga.
Pero no podía.
Escribiendo como escribes, nunca te quedarás seca como un abrojo.
Y a mí me consolarás de algunas cosas.