Permíteme que te diga
que distraerse
es siempre la peor ayuda
para un pobre hombre como tú,
perdedor de últimos trenes.
La denegación de auxilio
justificada
puede llegar a ser un placer,
en verdad se goza con el mal,
y el diablo no suele hacer planes,
antes de salir de casa
sólo fuma un cigarrillo
y enciende la mecha,
la tuya reventó
hace más de un quinquenio.
Las palabras ya no sirven,
despojo de la cesación
más pútrida,
son aves muertas para ti.
Y tu físico,
nunca hermoso,
es la molleja del tiempo.
Siempre pensando
en el mismo fin,
siempre acostumbrado
a decir ante otros
medias verdades,
o mejor, sólo medias mentiras,
mentiras destiladas,
sorprendiendo a tus interlocutores,
pareciendo la pura realidad.
A pesar de eso,
con mirada cintilada,
por si nos aparece de repente,
esperamos…,
y volverá a ocurrir,
y no sabremos qué hacer con ella.
De nuevo.
Nunca estaré a tu altitud,
me mareo sin ti,
lo que no sea todo es nada,
para mí es el no ser,
mi pequeña marta cibelina.
El sol nos decoloró.
Autor: Alfredo Martínez Argüelles
Alfredo Martínez Argüelles
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