Ya apenas escribo. No me refiero a una época reciente en la cual mi inspiración ha estado algo mermada, sino a un largo periodo yermo que lleva durando más de un año. No tengo nada que decir. Y no es porque en mi mente no se agolpen las ideas, gritando, arañando, obsesionándome hasta el punto de perturbar mi sueño. La cuestión es que no siento fuerza para expresarlas. Me domina un cansancio constante que coarta mi ilusión, como si hubiera perdido mucha sangre, ya no me quedara nada y me sentara a esperar. Esperar a vaciarme del todo. Cuando algo me indigna, cuando algo enciende mi fuego y siento que necesito expresarlo, llego a casa y mis ganas vuelan. Sé que es porque no soporto pensar, pensar duele. Cada vez que dejo de tener los oídos y el cerebro embotados, cada vez que aparto las distracciones y me enfrento al silencio, me acuerdo. Me acuerdo de todo aquello que no quiero recordar. Y eso me da miedo, porque no se cómo enfrentarme a ello. No sé cómo afrontar la vida, mi vida. Desear fervientemente que todo haya terminado es inútil, pero tampoco sé sobrellevarlo. Así que mi mejor solución es dormir. Alejarme de mi cabeza y centrarme en todo aquello que no me haga pensar. Necesito reposo. Necesito descansar. Acurrucarme en mi cueva durante el largo invierno bebiendo leche caliente y comiendo pastelillos. Dejar pasar el tiempo medio muerta, medio viva. Abrazándome. Besándome. Llorando. Hasta que todo pase de una puñetera vez, o hasta que madure y aprenda a plantarle cara a mi vida.
Me gustaba escribir. Me encantaba, era una de las cosas que más me gustaba hacer en mi vida. Me servía como vía de escape para mis problemas, me ayudaba a expresarme, y fue imprescindible para conocerme. Aún me gusta, estoy segura. Pero no es el momento. He tenido épocas en las que leía muy poco y no me agobiaba tanto, sabía que era algo temporal; esto es lo mismo, debo relajarme y dejar de sentir vergüenza por no escribir. Ya no estoy preocupada porque esto pasará, como todo pasa. La nieve se derretirá y entonces todo me parecerá un sueño. Cuando llegue el momento y las yemas de mis dedos me hagan cosquillas lejos de un teclado o un bolígrafo sabré que las flores ya han crecido. Cantaré, reiré, me sentiré plena y podré compartir mis ideas con todo el mundo. Me muero de ganas de que llegue ese momento, pero de mientras, seguiré comiendo pastelillos.
Aisha Yerga
Latest posts by Aisha Yerga (see all)
- Ya apenas escribo - 14 February, 2017
- El nigromante - 27 January, 2015
- La ciudad de los relojes - 30 June, 2014
Leave a Reply