Un mismo escenario geográfico, dos historias de carretera, dos protagonistas ancianos, dos viajes en busca de un destino muy concreto… Dos historias con muchos puntos en común, pero muy diferentes. Desde el estado vital de los protagonistas (uno cuerdo y el otro ya con la demencia invadiendo su mente) hasta los aspectos formales de las películas: una en riguroso blanco y negro con planos fijos del paisaje y horizonte, la otra en color y con un movimiento de cámara que acompaña a la descripción de ese universo americano.
Dos de las apuestas de “cine menor” (para mí, muy, muy grande) más representativas de los últimos años, de la historia del cine, diría yo. Dos de esas películas que desde el primer plano se te meten dentro, te atrapan… y sólo eres consciente de que estás en el cine cuando vuelven a encenderse las luces.
Es difícil analizar una película cuando te absorbe de esta manera. Cuando esto ocurre, estamos ante una gran obra. Las obras maestras se reconocen por intuición, porque te abrazan y no te sueltan durante la proyección. En su primer visionado sólo se dejan sentir. Para analizarlas hay que tomar distancia, verlas desde fuera… y eso sólo puede hacerse viéndolas dos o tres veces, y con esfuerzo.
Recuerdo la primera vez que ví Una Historia Verdadera, salí del cine y entré en un bar a tomarme un café. En mi cabeza seguía viendo esos paisajes americanos filmados por la cámara de Lynch que se mueve despacio, acompañados de la música de Angelo Badalamenti: una delicatessen. Con “Nebraska”, la sensación fue muy parecida. Aquí Payne “fotografía” los paisajes (más que filmarlos), además en blanco y negro. Dos maneras muy distintas de sentir la misma realidad, pero ambas magistralmente ejecutadas.
Otro ingrediente en común de estos dos manjares es el personaje: Woody Grant (Nebraska) y Alvin Straight (Una historia verdadera). Ancianos americanos, excombatientes, con mucha vida a sus espaldas, con unas familias llenas de luces y sombras pero con una “dignidad” que pocas veces hemos visto en la pantalla (basta recordar la escena de “UHV” en la que Alvin, después de hacer una llamada telefónica desde un teléfono inalámbrico que le ha prestado el dueño de una casa, le devuelve el aparato dejándolo en el suelo del jardín con unos billetes). Alvin todavía está en su sano juicio, Woody ya no… Esa es la diferencia principal de las dos películas, mejor dicho, la “anécdota” (¿Qué es la cordura?) que provoca que los planteamientos de las dos historias sean radicalmente diferentes. David Lynch hace de su personaje un protagonista absoluto, lo hace participar activamente en todas sus “aventuras”: el encuentro con los ciclistas, con la chica embarazada, con la gente que le ayuda después del accidente…. Sin embargo, Alexander Payne aprovecha la demencia de Woody para hacer “protagonistas” a todos los personajes que giran a su alrededor: Una esposa cansada con los años, un hijo sin suerte en el amor, un exsocio mafioso, una exnovia nostálgica y una familia compuesta de unos parientes indescriptibles… Sin duda, “Nebraska” es una película construida alrededor de los mejores personajes secundarios que hemos visto en los últimos años. Unos sensacionales personajes que no tendrían razón de ser sin su verdadera “estrella”, Woody Grant.
La sobriedad de Lynch choca con el toque cómico e irónico de Payne (indescriptible imagen de la familia reunida en el salón), pero ambas propuestas funcionan a la perfección, cada una en su universo. El ritmo no decae en ninguna de las dos apuestas, no es rápido pero hay algo ahí que hace que nos dejemos llevar, que sigamos acompañando en el viaje a los dos ancianos, que nos dejemos querer y que acabemos queriéndolos como si fueran de nuestra propia familia.
Curiosamente, es en el final donde las dos películas coinciden. Los dos ancianos, como si de Indiana Jones se tratase, culminan sus aventuras con éxito. Tanto Lynch como Payne apuestan por el final feliz. Es precioso ver a Woody recorrer la calle principal del pueblo, montado en su furgoneta nueva y conduciendo mientras todos los personajes le miran con asombro… Y qué decir de la llegada de Alvin Straight a la casa de su hermano después de haber recorrido 500 Km en un cortacésped…
-¿Has venido en “eso” hasta aquí para verme?
– Así es, Lail.
(Fundido a cielo estrellado).
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