El primer día que vino al Taller de Escritura se colocó con su amiga Marta en la última fila. La dulzura de Marta, y Paule –dos ojos como faros y una sonrisa irónica, expectante, casi temible. Al mismo tiempo, parecía tímida. Recuerdo que una vez se acercó a mí. Quería apuntar en su libreta una cita del escritor francés Jules Renard, mencionada durante la clase: «Que no te engañen los rostros altivos y silenciosos: son tímidos.»
Los miércoles, cuando Paule aparecía, yo me alegraba pues sabía que las cosas iban a ir mejor para el conjunto de la clase, ese grupo efervescente de jóvenes y no tan jóvenes, semillero de cabezas fabuladoras. A Paule le concernía aquello de lo que se hablaba. No sólo eso, sino que mediada la clase solía ofrecerse para leer en voz alta sus propios escritos. Entonces, ¡cómo concitaba el interés de sus compañeros! Sólo cabía escucharla, de otro modo podías estar perdiéndote algo muy bueno.
Paule rompía a reír, aunque no lo hacía demasiado a menudo; ya hemos dicho que en el Taller de Escritura, se mostraba algo tímida y reservada, pero cuando lo hacía, cuando reía, hasta las cosas reían con ella.
Basta, se acabó la utilización del tiempo pasado en este escrito. Paule se ha ganado el tiempo presente. Paule es una escritora, lo mismo que se dice de Emily Dickinson, que es una poeta misteriosa, o de Tolstoi, que compone su escritura de un modo sencillo y natural.
Colocada en tan peliaguda situación, Paule escoge contarnos el primer año de su enfermedad. El resultado es un libro, 22, que nos hace compañía puesto que sus palabras importan. Escribe sobre la enfermedad y sobre la fugacidad de la vida, sobre sus altibajos y emociones; sobre el horizonte de la muerte. ¿Cómo lo hace? De un modo crudo, directo; en general, se muestra grave y profunda; por momentos, sorprende con detalles de fina observación. Así como hallamos pasajes reflexivos, también disfrutamos de alguna escena noctámbula de amores y enredos narrada con el descaro y la cercanía de una joven pícara, graciosa. Durante la lectura la escritora va creciendo, compartiendo sus urgencias, sus esperanzas y temores. Quiere amar y ser amada, decir lo que siente, quiere vivir y tiene prisa. Dibuja un mapa sentimental de sus seres queridos, amigos y familiares; nos insta a amar, a no perder el tiempo. ¿Cómo no escucharla?, ¿cómo no leerla?
En 22, se abre paso una Paule filósofa que nos conmueve, nos enseña. Y en medio de la lectura, uno se detiene para preguntarse cómo vivir.
A raíz de la enfermedad, Paule sufre una evolución vertiginosa, un crecimiento anormal y prematuro, que dará una flor, una flor temprana, destilación de una mujer, de una escritora que vivió poco. Rectifico, se hace forzoso terminar el escrito en pasado.
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