Al hilo de la exposición en el museo de Bellas Artes de Bilbao Hiperrealismo 1967 – 2013 y desde mi desconocimiento artístico, quisiera hacer una pequeña reflexión en voz alta. Un apunte.
El hiperrealismo es la tendencia en pintura de reproducir la realidad con la máxima fidelidad posible. O algo así, y seguro que cada artista tiene su propia definición que puede resultar bien alejada de ésta. A mí me gusta (y no me gusta la pintura abstracta), y también me pregunto, como casi todo el mundo, supongo, por qué sentimos (generalizo) la necesidad de reproducir una imagen exactamente por medios artesanos (diríamos que primitivos) cuando la tecnología ya nos brinda esa posibilidad con un esfuerzo incomparablemente menor. Antonio López ha necesitado más de veinte años para dar por terminado su retrato de la familia real (hiperrealista retrato de una familia por momentos irreal; el juego de palabras estaba servido). Quizás se hubiera obtenido un resultado similar en una sesión de fotografía de un par de horas en un estudio debidamente iluminado. Y desde luego, como obra proyectada hacia el futuro, el formato digital asegura una conservación sin comparación posible con la tela impregnada de pintura (aunque no entiendo de técnica y materiales). Entonces, ¿por qué? ¿Por qué tomarse la molestia, mejor dicho, sentir la pasión, tener la energía de coger los pinceles y a base de pulso, vista y mucho talento reproducir un modelo de forma fiel, exacta, “fotográfica”?
Hay un caso similar en el ajedrez. Es la partida del hombre contra la máquina. Los programadores, técnicos, quien fuera, han ido implementando ordenadores más y más potentes que combinan más y más movimientos y que, ahora mismo, entiendo, pueden batir al mejor jugador de ajedrez.
Pero… nuestra autoestima (como género humano, ya que mis neuronas y no digamos mi pulso dan para poco) nos exige intentarlo. Una mente humana tiene que poder ganar al más sofisticado de los ordenadores. Por muy potente que sea éste, confiamos en que la genialidad, la intuición, el talento de un ser humano pueda darle jaque mate a la máquina. Así mismo un artista tiene que poder plasmar en un lienzo una imagen e insuflarle un alma, una luz que hagan imposible que una fotografía (o un video, o una proyección tridimensional, ya puestos) pueda comparársele.
Tiene su lógica. Lo creado no puede superar a su creador. El invento está dentro del genio del inventor. El hiperrealismo sería entonces la escuela de pintura que quiere demostrar que el ser humano es capaz de reproducir la realidad mejor que lo que pueda hacerlo la fotografía o cualquier otro de sus inventos. Nos jugamos nuestra autoestima.
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Paule dice
La realidad siempre supera la ficción (y la tecnología). O eso nos gusta creer al menos. Me viene a la cabeza el pequeño relato “Vida artificial” de Juan Jacinto Muñoz Rengel:
“Entre el estrépito y los chirridos de la gran ciudad, un robot pasea de la mano a una pequeña criatura de sangre caliente y piel rosada.
Como el niño ha sido gestado en el útero artificial de una compleja máquina de fecundación in vitro, fue mantenido por aparatos de alimentación asistida, primero, y por electrodomésticos inteligentes, después, como fue educado por computadoras avanzadas de software interactivo, ha estado rodeado siempre de todo tipo de autómatas y nunca en su vida ha visto a otro ser humano, al robot no le ha supuesto ningún esfuerzo convencerlo acerca de quién es el creador y quién el creado.”